LA ÉPOCA DE IBN DAUD
Abraham Ibn Daud (en hebreo: אברהם אבן דאוד, en árabe: ابراهيم ابن داود ), uno de los principales pensadores judíos medievales, nació en el convulso Al-Ándalus del siglo XII, sin que se sepa con seguridad el año. Aún así, se supone que esto debió suceder hacia el 1100 d.C., en la ciudad de Córdoba, la antaño floreciente capital califal que, en tiempos de Ibn Daud entraba en una decadencia gloriosa tras el colapso del califato. También en decadencia estaba el Imperio Almorávide, que en aquella época gobernaba Córdoba y a la mayor parte de los musulmanes ibéricos.
¿Quiénes eran estos Almorávides? Fue un movimiento de renovación religiosa basado en una estricta interpretación del Corán, que nació en las arenas del Sáhara a mediados del siglo XI, con una base étnica compuesta de bereberes sinhaya. Su nombre procede de los monasterios fortificados costeros (ribat, del que deriva su nombre المرابطون al-Murābitun) en los cuales los primeros almorávides mantenían una vida austera dedicada a la religión y al entrenamiento militar. Tras una rápida expansión por el Magreb y la franja Oeste del Sahel, la noticia de la conquista de Toledo (1085) por parte de Alfonso VI de León y Castilla inquieta a los musulmanes hispánicos, por aquella época divididos en pequeños reinos llamados Taifas.
Los gobernantes de los reinos de taifas, verdaderos reyezuelos que en muchos casos tan sólo gobiernan pequeñas comarcas, temen que la caída de Toledo suponga el desmoronamiento del Islam andalusí. Al-Mu’tamid, rey de Sevilla y por lo tanto gobernante también de Córdoba, es el primero que vuelve sus ojos en dirección a África, escribiendo al emir Yusuf ibn Tasfin para que les ayude militarmente.
En efecto, Ibn Tasfin ayudará al Islam hispano a defenderse de los leoneses, pero a costa de perder su independencia. Horrorizado por la frivolidad y escasa vigilancia del Corán del que hacían gala los reyes de taifas, ibn Tasfin los derrocó a todos, incluido al propio Al Mu’tamid, a quien deportó al Magreb.
Las tropas almorávides asestaron un duro golpe a Alfonso VI en la batalla de Sagrajas (1086). Su victoriosa ofensiva no logra destruir a los reinos cristianos del norte, pero sí supone el apuntalamiento de la estructura islámica andalusí.
A pesar de su estricta observancia de la religiosidad islámica, los almorávides radicados en Al-Ándalus comienzan a relajar sus costumbres con el paso del tiempo. En los años en que nace Ibn Daud gobierna Alí ibn Yusuf (1106 – 1143), hijo del fanático Yusuf. Alí derrotó a las tropas de Alfonso VI en Uclés (1108), en el que murió el propio heredero leonés Sancho, y logró conquistar la taifa de Zaragoza en 1100, una de las pocas que se resistía aún al dominio almorávide.
Sin embargo, la obsesión del emir por el rezo, el aumento de la presión interna causada por el descontento entre los andalusíes, y el surgimiento de un nuevo movimiento aún más extremista en África, el de los almohades, anuncia el ocaso de los almorávides.
Los sucesores de Alí serán efímeros: Tasfin ibn Alí gobernará sólo tres años (1143-1146), Ibrahim ibn Tasfin (1146) e Ishaq ibn Alí (1147) serán incapaces de dar un vuelco a la situación, asfixiados por Alfonso VII de León y Alfonso I de Portugal por el norte, y los almohades por el sur, que con la conquista de Marrakech en 1147 acaban con el imperio Almorávide.
Los Almohades (Al-Muwahhidun,en árabe: الموَحدون) que significan quienes reconocen la unidad de Dios, gobernarán de 1147 a 1269. Procedían del sur de Marruecos, del valle del Draa. Creían que el fundador de su movimiento, Ibn Tumart, era el Mahdi, una especie de Mesías musulmán. Su interpretación del Corán era aún más rigorista y purista que los Almorávides, y usaran el odio popular contra éstos y los cristianos para expandir su movimiento con gran rapidez, forjando un gran imperio entre la península y el norte de África.
Sabemos que Abraham Ibn Daud abandona Córdoba en 1148, temiendo por su vida ante la intolerancia almohade, cuyas rudas costumbres bereberes y su estrechez de miras chocaban con el refinado estilo de vida andalusí. Así, se dirige a Toledo, donde encuentra un clima favorable para sus estudios. Acogido por la comunidad judía de la ciudad, sin duda una de las más importantes del reino, se favorece de la amplia tolerancia concedida por Alfonso VII, el Emperador, a sus súbditos judíos. Son tiempos espléndidos para la corona leonesa, que ya se ha recuperado plenamente tras los duros envites de las oleadas invasoras almorávide y almohade.
Ibn Daud publicará (c. 1161) en la hermosa ciudad del Tajo su principal obra, el Sefer ha-Kabalah (Libro de la Tradición), una joya de la genealogía judía, pues en dicha obra muestra un listado de todos los líderes espirituales judíos, con el que pretendía demostrar la continuidad que existía desde Moisés hasta los sabios rabinos de su época. Dicho libro debe enmarcarse dentro de las luchas que existían entre el judaísmo rabínico y el caraíta, ya que pretendía demostrar la legitimidad por sangre y por derecho divino de la autoridad rabínica sobre el caraísmo de Anán Ben David.
Finalmente, sin que sepamos exactamente la fecha, Ibn Daud muere en 1180 en Toledo, que ahora se erige como la principal ciudad de un reino de Castilla que se ha escindido del leonés tras la muerte del Emperador Alfonso VII en 1157. Gobernaba en aquel año Alfonso VIII de Castilla, y en León, Fernando II.
© Mario Lozano Alonso. Licenciado en Historia. León, España.